La globalización: Banaliza y estandariza los paisajes

08.09.2024

La globalización, con su impulso por homogeneizar culturas, economías y paisajes, ha generado una profunda transformación en la manera en que percibimos y gestionamos nuestros territorios. Los paisajes, antes dotados de características únicas y profundamente enraizados en las dinámicas locales, se han visto progresivamente estandarizados, banalizados y desdibujados bajo la influencia de un modelo económico neoliberal que prioriza el crecimiento económico por encima de la sostenibilidad. 

Ante esta problemática, emerge con fuerza el concepto de la lugarización, una estrategia para revalorizar lo local y enfrentarse a las presiones globalizantes, promoviendo un desarrollo más humano y alineado con los límites naturales. En este contexto, las teorías del decrecimiento ofrecen un marco conceptual sólido para replantear el vínculo entre paisaje, sociedad y economía, proponiendo alternativas que favorecen la integridad ecológica y el bienestar social.

El desafío de los paisajes ante la globalización

La globalización, caracterizada por la expansión de mercados, tecnologías y patrones de consumo a escala mundial, ha tenido un impacto profundo en los paisajes, tanto naturales como culturales. A través de procesos de urbanización acelerada, la introducción de monocultivos agrícolas y la industrialización del turismo, muchos paisajes han sido moldeados según una lógica de máxima explotación de los recursos. Este fenómeno ha contribuido a la pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas y la fragmentación de los paisajes, al mismo tiempo que ha despersonalizado la relación entre las personas y sus entornos inmediatos.

Un ejemplo claro de este proceso lo encontramos en la expansión de los monocultivos de soja y palma aceitera en regiones de América Latina y África, impulsados por la demanda global de biocombustibles y alimentos procesados. Estos paisajes, otrora diversos en flora y fauna, han sido transformados en vastas extensiones de cultivos industriales, eliminando la heterogeneidad paisajística y los valores ecológicos intrínsecos. Otro ejemplo relevante es el turismo masivo en regiones como el Mediterráneo, donde destinos anteriormente ricos en cultura local han sido sustituidos por paisajes homogéneos que responden a los deseos de turistas internacionales, con consecuencias devastadoras para la identidad local.

Teorías del decrecimiento como alternativa

Frente a esta tendencia globalizadora, las teorías del decrecimiento proponen un replanteamiento radical del paradigma económico dominante. El decrecimiento no se refiere simplemente a una reducción del producto interior bruto (PIB), sino a una transición hacia una economía que priorice el bienestar social, la justicia ecológica y la sostenibilidad, en lugar de la acumulación continua de riqueza y la expansión ilimitada del consumo.

El decrecimiento aboga por una reconexión con los límites ecológicos del planeta, promoviendo una reducción voluntaria y planificada de la producción y el consumo, lo que se traduce en menos presión sobre los paisajes y los recursos naturales. Esta visión va de la mano con la idea de lugarización, que enfatiza la importancia de adaptarse a las condiciones locales y reconocer el valor de las particularidades geográficas y culturales en la configuración de los paisajes.

Lugarización: respuesta local frente a la globalización

El concepto de lugarización se refiere a la necesidad de dar una respuesta particular y local a las problemáticas globales que afectan a los paisajes. A través de este enfoque, se busca poner en valor las características específicas de cada territorio, fomentando la gestión descentralizada y la participación comunitaria en la toma de decisiones sobre el uso y transformación del paisaje.

En lugar de imponer soluciones estandarizadas, la lugarización propone una planificación paisajística que considere las dinámicas ecológicas, sociales y culturales locales. Este enfoque es crucial para la creación de paisajes resilientes, que puedan adaptarse a los desafíos globales como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, pero desde una perspectiva que respete las particularidades del territorio.

Un caso ejemplar de lugarización es el manejo del Parque Nacional de los Picos de Europa, en España, donde las comunidades locales, junto con las autoridades regionales y nacionales, han trabajado para integrar el turismo sostenible con la preservación de los paisajes tradicionales y la biodiversidad. Se ha promovido la agricultura y ganadería extensiva como forma de mantener las prácticas tradicionales y evitar la sobreexplotación del paisaje, lo que contrasta con las políticas de turismo masivo que se han implementado en otras zonas del país. Este tipo de iniciativas refuerza la idea de que el manejo local del paisaje puede ofrecer alternativas viables a la globalización desenfrenada.

Transacción ecológica: un paso hacia la sostenibilidad paisajística

Dentro del marco del decrecimiento y la lugarización, la transacción ecológica se presenta como un concepto clave para abordar las tensiones entre los objetivos de desarrollo económico y la necesidad de conservar la integridad ecológica de los paisajes. Esta idea implica un cambio fundamental en la manera en que concebimos nuestras interacciones con el medio ambiente, alejándonos de una visión de explotación ilimitada hacia una relación basada en el respeto y la regeneración de los ecosistemas.

La transacción ecológica aboga por una mayor cooperación entre actores locales, regionales y globales para garantizar que las decisiones sobre el uso de los recursos naturales se tomen en función de criterios ecológicos y sociales, y no simplemente económicos. Esto supone, por ejemplo, la implementación de modelos de agricultura regenerativa que promuevan la salud del suelo y la biodiversidad, como ha sucedido en regiones de Francia, donde agricultores locales han adoptado prácticas sostenibles para regenerar los suelos agotados por la agricultura intensiva.

Hacia nuevos paisajes regenerativos

Frente a la estandarización y degradación paisajística impulsada por la globalización, es urgente replantear nuestras relaciones con el entorno a través de enfoques que valoren lo local, respeten los límites ecológicos y favorezcan el bienestar social. Las teorías del decrecimiento, en conjunto con el enfoque de lugarización y la transacción ecológica, ofrecen una vía para construir nuevos paisajes regenerativos, más coherentes con las necesidades de las sociedades contemporáneas y con la capacidad de los ecosistemas para sostenerse a largo plazo.

Estos nuevos paisajes deben priorizar la integridad ecológica, fomentando la diversidad biológica, cultural y económica. Además, es crucial integrar la participación activa de las comunidades locales en la gestión de los territorios, evitando las soluciones impuestas desde arriba y apostando por una gobernanza más equitativa y sostenible.

El camino hacia un desarrollo económico más humano requiere reconocer los límites del crecimiento y abrazar formas de vida que estén en sintonía con la naturaleza, para así garantizar la salud de los paisajes y el bienestar de las generaciones futuras. En última instancia, el desafío no solo radica en gestionar mejor los recursos, sino en reimaginar nuestras relaciones con el entorno y con nosotros mismos, priorizando la calidad de vida sobre la cantidad de bienes producidos y consumidos.